En términos generales, la contaminación lumínica se refiere a la emisión de luz artificial que se produce en exceso, en ángulos, direcciones, horarios o intensidades inapropiados, lo que puede causar problemas ambientales, sociales, culturales y económicos. Los orígenes de la contaminación lumínica pueden ser variados, pero se pueden agrupar en tres categorías principales:
Emisión directa de luz: se refiere a la emisión de luz artificial de fuentes de iluminación sin la adecuada orientación y control. Esto puede incluir la iluminación excesiva de fachadas, edificios, monumentos, espacios públicos, publicidad y medios de transporte, entre otros.
Reflexión de la luz: se refiere a la reflexión de la luz artificial en superficies como el agua, el vidrio, la nieve y el suelo, que pueden aumentar la intensidad de la luz en el ambiente y causar deslumbramiento.
Difusión de la luz: se refiere a la dispersión de la luz artificial en la atmósfera, que puede provocar el efecto conocido como brillo del cielo nocturno, que impide la observación del cielo estrellado y afecta a la fauna y flora nocturnas.
La sección establece que es necesario aplicar medidas para controlar y reducir la contaminación lumínica, en línea con los objetivos de protección ambiental, ahorro energético y bienestar social.